Caminaba delante de mí con paso incierto, era muy tarde yo volvía de un viaje que había durado más de dos horas de coche, por la lluvia que copiosamente caía desde que salí de Estepona. Había aprovechado hasta última hora la visita a mis clientes, lo que hizo que saliese de esa ciudad cuando ya eran las diez de la noche.
No pude encontrar aparcamiento cerca de mi casa y tuve de dar una vuelta para conseguir aparcamiento a un par de manzanas de mi domicilio, así que tuve que andar un buen trecho antes de llegar a mi portal.
Surgió de pronto, la figura de ese individuo que parecía un borracho quizás, ya que llovía abundantemente y no llevaba ni paraguas ni gabardina que lo protegiese del aguacero. O tal vez yo no me había percatado antes de su presencia, pero era seguro que no estaba cuando accedí a la esquina de la larga calle donde yo vivía, -probablemente ha salido de un portal- me dije. Pero un escalofrío recorrió mi cuerpo, temí que fuese un atracador, mi traje y mi maletín podrían haberle llamado la atención de un buen botín, que sin duda se vería frustrado cuando descubriese que solo contenía catálogos y mi cartera no portaba más de veinte o treinta euros.
Ahora yo caminaba más despacio dudaba rebasarle y también temía que se diese cuenta de mi actitud, verdaderamente pensaría que le tenía miedo.
Pero a pesar de haber disminuido mi paso cada vez estaba más cerca de él, y la tenue luz de una farola de la calle me permitía ahora describirle, pero el pánico se apoderó de mí y me quedé paralizado, hasta el maletín que portaba en mi mano izquierda se me cayó, quise gritar pero no me salía la voz del cuerpo.
El sujeto de una delgadez extrema no caminaba, era como si andara deslizándose pero elevado del suelo unos diez o quince centímetros, unas largas manos pegadas a sus costados dejaban ver unos dedos de color cerúleo, el golpe del maletín sobre la superficie sonó fortísimo en el silencio de la noche, y giró solo su cabeza en un giro imposible de ciento ochenta grados. El horror se apoderó de mí, su cara igual que las manos parecían de cera y no tenía ojos sino un par de cuencas oscuras y vacías, como si me mirasen fijamente... Y desapareció.
Libre y Salvaje de Ignacio Dean
Un viaje por el mundo caminando. Una aventura que narra en este libro el malagueño Nacho Dean después de terminar su travesía que le llevó a recorrer infinidad de países y vivir muchas experiencias
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