Príncipe Carlos, rey de Inglaterra: el eterno heredero asciende al trono mañana sábado
- Carlos III forjó su carácter en un «duro» internado escocés, mientras Gales desveló su sensibilidad más política
- Su vida, marcada por la discreción y el escándalo: del divorcio y la muerte de Diana a la relación con Camilla Parker Bowles
La herencia del trono británico más tardía, la espera de la corona más larga -pero no necesariamente la más deseada- llega a su fin. Carlos de Inglaterra asciende al trono británico a los 73 años con la muerte de Isabel II a los 96. El hijo mayor de la reina más longeva será rey en un país, una familia y un mundo muy diferentes a los que recibió su madre.
Pero sus talantes e historias son también muy distintos. La estabilidad y consistencia de la monarca contrastan con los ríos de tinta que corrieron en Reino Unido sobre el príncipe de Gales por el matrimonio, divorcio y muerte de Lady Di, madre de sus hijos, Guillermo y Enrique. Y es que el aparentemente discreto Carlos III siempre ha estado en el ojo del huracán mediático.
Del internado escocés al «despertar cultural y político» en Gales
Carlos Felipe Arturo Jorge nació el 14 de noviembre de 1948, mientras Reino Unido se recomponía social y económicamente tras salir victorioso de la Segunda Guerra Mundial. Solo un año antes, Isabel II y el príncipe Felipe, duque de Edimburgo, habían contraído matrimonio y la llegada de su primogénito garantizaba la continuidad de la corona, un honor por el que el príncipe de Gales ha acumulado otros muchos títulos: conde de Chester, duque de Cornualles, duque de Rothesay, conde de Carrick y barón de Renfrew, señor de las Islas, y príncipe y gran mayordomo de Escocia.
Cuando Isabel II ascendió el trono, Carlos tenía tres años, pero su exigente educación como heredero y cabeza de la iglesia anglicana estaba señalada desde el mismo día en que nació. Se materializó, después, en instructores privados en el Palacio de Buckingham y prestigiosas escuelas en Inglaterra y Escocia, así como un intercambio en Australia.
Fue precisamente en el «duro» internado escocés Gordonstoun donde él admite que forjó su carácter y aprendió a «aceptar retos y a tomar la iniciativa». Lo contó así en un discurso sobre los jóvenes ante la Cámara de los Lores en 1975, en el que también hizo gala de su ironía: «Si no, ¿por qué creen que soy tan valiente como para presentarme ante sus señorías ahora?»
Carlos debe también parte de su formación como monarca al territorio que nombra a su principado, Gales. En 1969, pasó dos meses en la universidad en Aberystwyth, donde se preparó para el -breve- discurso de investidura de dicho título que pronunció en galés y en el que reconocía «la larga historia» de la región «en su determinación de seguir siendo individual y proteger su patrimonio propio».
Con esas palabras parecería que hablaba también de sí mismo. Pero en aquel momento, el gobierno laborista llegó a temer que el «despertar cultural y político» del joven heredero hubiera caído en la influencia de los nacionalistas galeses, según desveló The Guardian en el 2000, al desclasificarse los documentos.
Con todo, pese a los miedos, Carlos no defraudó las expectativas familiares y nacionales. Se licenció en arqueología y antropología en el Trinity College de Cambridge en 1971, siendo el primer título obtenido por un heredero de la corona británica. Y a la formación académica, le siguió la instrucción militar… y la «boda del siglo».
Un cuento ¿de hadas?
La hipérbole con la que se ha hablado siempre de la boda del príncipe Carlos y Lady Diana Frances Spencer es solo equiparable a la pompa de aquel acontecimiento mediático mundial. No obstante, su unión -de «la materia de la que están hechos los cuentos de hadas», según el arzobispo de Canterbury que los casó aquel 29 de julio de 1981- no resistió a la vida real.
Fueron algo más de diez años en los que, poco a poco, se fueron transparentando las caras largas, los rumores de infidelidad, la bulimia de ella y otras tensiones que coparon el interés de la prensa sensacionalista. Mientras tanto, la pareja traía al mundo al futuro heredero de la corona, el príncipe Guillermo de Gales (1982), y su hermano menor, el príncipe Enrique (1984).
Terminaba 1992 cuando el Gobierno británico anunció que Carlos y Diana se separaban, un divorcio que no se resolvió hasta cuatro años después y que solo comenzaba a agrietar los tradicionales cimientos de la Casa Real. Pero los escándalos se sucedían. En noviembre de 1995, la princesa Diana de Gales habló abiertamente de las infidelidades de Carlos en una entrevista en la BBC, que a la cadena pública británica le ha costado una indemnización para la niñera señalada.
«Éramos tres personas en nuestro matrimonio», afirmó Lady Di, sobre los rumores que hacía tiempo que corrían y que, incluso, se había corroborado con una supuesta transcripción de una conversación telefónica entre el príncipe y su íntima y antigua amiga Camilla Parker Bowles.
De cuento a folletín y, finalmente, tragedia. La princesa Diana murió en París, en agosto de 1997, cuando el coche en el que viajaba con su pareja, el empresario Dodi Al-Fayed, se estrelló mientras huían de los paparazzi. El príncipe Carlos viajó a Francia para la repatriación del cadáver y, en el funeral, apesadumbrado pero sobrio, acompañó a sus dos hijos mientras caminaban juntos detrás del ataúd hasta la Abadía de Westminster.
La simpatía que existía ya por la Princesa del Pueblo, abanderada de múltiples causas sociales, se convirtió en una ola admiración en todo el mundo que la elevó a icono y salpicó la imagen de la Casa Real. Por ello, el príncipe Carlos trató de proteger la vida privada de sus hijos, de 15 y 12 años entonces, limitando su agenda pública.
El eterno heredero se reencuentra con Camilla
A lo largo de los años, el orden se restableció paulatinamente en la corona, mientras la historia demuestra que los planes de Carlos, el eterno heredero, no cambiaron. En lo institucional, ha seguido cumpliendo con sus obligaciones como príncipe, sin hacer sombra a la envejecida Isabel II. En lo personal, en 2005, se casó finalmente con Camilla Parker Bowles, hoy duquesa de Cornualles, a la que Buckingham ha ido abriendo sus puertas. La reina Isabel II, incluso, expresó su deseo de que se le considere reina consorte tras su muerte.
Aunque nunca se ha aceptado en público, la cultura popular británica ya asume la unión de Camilla y Carlos como el «amor» de una vida, llevado en público y en privado. Es también una buena muestra de la capacidad del príncipe para navegar entre la extrema discreción y el escándalo.
Y así, hoy, Carlos de Inglaterra, quien asume la enorme responsabilidad de mantener la reputación de su madre Isabel II, está preparado para pasar de «su Alteza» a «su Majestad».