La historia de Madeline Haworth parece sacada de una novela de aventuras. A sus 72 años, esta vecina de Pizarra se prepara para un desafío que muy pocos se atreverían a afrontar: correr una maratón en el Ártico polar de Groenlandia. No lo hará sola, sino acompañada de sus inseparables amigas del club Blackburn Road Runners, Claire Bridge, Lesley Dewhirst y Margaret Morley. La cita será el próximo 26 de octubre, en un escenario donde la nieve, el hielo y las temperaturas extremas pondrán a prueba cada zancada.
Pero este viaje va mucho más allá de la pura resistencia física. Para Madeline, la aventura tiene un objetivo solidario que late con más fuerza que el frío polar: recaudar fondos para Last Chance Animal Rescue, una organización sin ánimo de lucro que rescata animales en España en situación crítica.
“Es un desafío único en la vida”, confiesa Haworth. La ilusión se mezcla con el respeto a la dureza del entorno, pero también con la certeza de que cada metro recorrido será un paso más hacia la supervivencia de un refugio que lucha día a día por mantenerse en pie.
Madeline Haworth no es una atleta profesional. Corre por afición, por salud y por superación personal. Pero sobre todo corre por amor: el mismo amor que siente hacia los animales y que le llevó, hace años, a colaborar con Last Chance Animal Rescue. Esta entidad, dirigida por Jacqui y Alex Ross, madre e hija, se ha convertido en un salvavidas para cientos de perros y gatos que, sin su ayuda, habrían quedado condenados al abandono y la muerte.
El refugio, con sede en España, rescata animales en condiciones extremas: enfermos, maltratados o abandonados a su suerte. Allí reciben atención veterinaria, cuidados básicos y, sobre todo, cariño. Después, gracias al esfuerzo del equipo de voluntarios, muchos de ellos logran ser adoptados y encontrar un hogar donde empezar de nuevo.
No obstante, la situación del refugio nunca ha sido fácil. La reciente inundación que obligó a evacuar a los animales y reconstruir parte de las instalaciones ha supuesto un golpe durísimo para sus responsables. Los gastos se han disparado y la necesidad de ayuda económica es urgente.
Por eso, la maratón de Madeline no es solo una aventura personal: es una llamada de auxilio convertida en kilómetros. Cada donación que llegue a la colecta se traducirá en pienso, medicinas y un techo seguro para esos animales que aún esperan su segunda oportunidad.
El Ártico no es un escenario amable para nadie. Mucho menos para una mujer que, además de enfrentarse a la distancia, lo hace contra una condición médica que agrava la situación. Madeline padece la enfermedad de Raynaud, que provoca una intolerancia severa al frío y afecta a la circulación sanguínea en las extremidades.
“Odio el frío”, reconoce con franqueza. Sin embargo, esa incomodidad se ha convertido en una especie de motor. “Afrontar un entorno tan extremo me mantendrá centrada y determinada”, explica. Para ella, el sacrificio cobra sentido si consigue que el mensaje llegue lejos y más personas se animen a colaborar con el refugio.
La veterana corredora sabe que cada kilómetro estará acompañado por la dureza del hielo, el viento y la soledad del paisaje polar. Sin embargo, también irá con ella el calor de una comunidad que ya ha empezado a movilizarse en torno a su causa.
La campaña de Haworth, organizada por Jacqui Ross, pretende implicar a toda la sociedad. No se trata solo de grandes donaciones, insiste la corredora, sino de que cada persona aporte lo que pueda. “Cada contribución cuenta”, recuerda. Incluso la ayuda más modesta puede marcar la diferencia entre que un animal reciba tratamiento o quede sin opciones.
El esfuerzo de Madeline y sus amigas es también un mensaje para quienes piensan que la edad es un límite insalvable. Con 72 años, su ejemplo rompe barreras y demuestra que la pasión, cuando se une a la solidaridad, no entiende de fechas en el calendario.
El 26 de octubre no solo será la fecha en que Madeline Haworth ponga a prueba su resistencia en las duras tierras de Groenlandia. También será el día en que cientos de animales en España tengan una nueva esperanza.
Desde el otro extremo del mundo, el eco de sus pasos resonará hasta el refugio de Last Chance Animal Rescue. Allí, cada ladrido y cada maullido agradecerán que alguien, a miles de kilómetros, haya decidido correr no por una medalla, sino por ellos.
Con la maratón a la vista, Madeline lanza un mensaje claro: “Con amor, os invito a sumaros a esta causa”. Lo dice con la convicción de quien sabe que la solidaridad puede mover montañas… y también vencer al frío del Ártico.
Enlace para colaborar en la campaña: https://www.gofundme.com/f/help-72-year-old-madeline-run-a-marathon-in-the-polar-arctic
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