La Sierra de Churriana, situada en la zona oriental de la Sierra de Mijas, alberga un importante patrimonio agrícola que remonta a siglos pasados: los bancales de viñas.
Estas terrazas agrícolas fueron el resultado del ingenio y esfuerzo de generaciones de campesinos que adaptaron el terreno montañoso a las necesidades de cultivo de la vid.
A continuación, exploramos cómo se construían, trabajaban y utilizaban estos bancales para la elaboración y exportación de productos derivados de la uva.
La construcción de los bancales
El terreno abrupto de la Sierra de Churriana presentaba un gran desafío para la agricultura. Para superar esta dificultad, los agricultores locales idearon los bancales o terrazas, una técnica que consistía en nivelar secciones del terreno mediante muros de piedra seca. Estos muros, construidos con piedras recogidas de la misma zona, retenían la tierra fértil y ayudaban a evitar la erosión, permitiendo el cultivo en pendientes pronunciadas.
Los bancales no solo ofrecían estabilidad al suelo, sino que también optimizaban la captación y el aprovechamiento del agua de lluvia, un recurso escaso en la región. Este sistema de cultivo era altamente sostenible, aprovechando los recursos naturales del entorno sin degradar el ecosistema.
El trabajo en las viñas
El cultivo de la vid en la Sierra de Churriana era una tarea laboriosa que requería dedicación constante. Las labores comenzaban con la preparación del terreno a finales del invierno, seguida de la plantación de las cepas en primavera. Durante el verano, las viñas eran cuidadas meticulosamente, con podas regulares para garantizar un crecimiento óptimo y una buena calidad de la uva.
El riego, aunque limitado, se realizaba de manera manual, utilizando sistemas de canales y aljibes que almacenaban el agua de lluvia. Además, los agricultores usaban técnicas tradicionales para proteger las vides de plagas y enfermedades, empleando caldos naturales elaborados a base de azufre y otros remedios ecológicos.
La elaboración del vino y productos derivados
Una vez cosechadas, las uvas eran transportadas a los lagares, pequeñas construcciones situadas cerca de las viñas, donde se llevaban a cabo las primeras etapas de la elaboración del vino. Las uvas se pisaban a mano o con pequeños prensas para extraer el mosto, que luego se almacenaba en tinajas de barro o toneles de madera para su fermentación.
Además del vino, las viñas de la Sierra de Churriana eran famosas por la producción de pasas. Las uvas se extendían en secaderos, unas plataformas al sol, donde se deshidrataban de forma natural. Este producto, de alta calidad, era muy apreciado tanto en el mercado local como internacional.
La exportación de los productos
La ubicación estratégica de la Sierra de Churriana, cerca de Málaga, facilitaba la comercialización y exportación de sus productos. Las pasas y el vino se transportaban a lomos de mulas hasta los puertos de la costa, donde se embarcaban con destino a mercados nacionales e internacionales. Durante el siglo XIX, las pasas malagueñas alcanzaron gran fama en Europa, especialmente en Inglaterra, donde eran un ingrediente esencial en la repostería navideña.
El comercio de estos productos generó una importante actividad económica en la región, contribuyendo al desarrollo de Churriana y sus alrededores. Sin embargo, la llegada de la filoxera, una plaga que devastó las viñas en el siglo XIX, marcó el declive de esta actividad en la zona.
Un legado que perdura
Aunque la viticultura ya no es la actividad principal en la Sierra de Churriana, los bancales de viñas son un testimonio del esfuerzo y la sabiduría de los agricultores que supieron adaptarse a un entorno hostil. Hoy en día, estos paisajes se valoran como parte del patrimonio cultural y ambiental de la región, atrayendo a visitantes interesados en conocer su historia y disfrutar de la belleza del entorno natural.
Recuperar y preservar este legado es fundamental para mantener viva la memoria de una época en la que la tierra y el trabajo humano estaban profundamente entrelazados, dejando una huella imborrable en la Sierra de Mijas.
Nos lo cuenta Isaac Díaz Sánchez, presidente de la Asociación Delbache Drone ,un vecino de Churriana.