martes, septiembre 16, 2025
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Jazz bajo las estrellas: el Portón del Jazz celebra 28 años de alma y excelencia sonora en el sur de España

En una pequeña localidad andaluza donde las noches de verano huelen a jazmín y suenan a contrabajo, se celebra desde hace casi tres décadas un ritual que combina música, comunidad y magia: el Portón del Jazz.

Alhaurín de la Torre, en la provincia de Málaga, vuelve a convertirse este julio en epicentro de una experiencia cultural que ha desafiado el paso del tiempo. Lo que comenzó hace 28 años como una apuesta valiente por el jazz se ha consolidado como uno de los festivales más elegantes, persistentes y singulares del circuito nacional.

Cada viernes del mes, cuando cae el sol sobre el cielo malagueño y la brisa del valle acaricia los jardines de la Finca El Portón, cientos de personas se dan cita en un recinto al aire libre para entregarse al poder de la improvisación, la sofisticación armónica y el ritmo sincopado. Es jazz, sí, pero también es más que jazz: es atmósfera, es ritual compartido.

Cuatro viernes, cuatro viajes musicales

La edición 2025 propone un cartel que conjuga tradición y riesgo, con artistas de primera línea y un enfoque abierto a distintas sonoridades dentro del universo jazzístico.

El 4 de julio inaugura el ciclo la vocalista Sarah Dowling, de raíces palestinas e irlandesas, una de las voces más personales del jazz europeo. Su propuesta, profundamente musical, incluye referencias a la música brasileña, al bebop y a sus propias composiciones. En su espectáculo, cada nota parece llevar consigo una historia.

Una semana después, el 11 de julio, llega el ritmo caribeño de la CMQ Big Band, dirigida por el pianista y arreglista cubano Luis Guerra. La formación, compuesta por 17 músicos, se sumerge en los clásicos de Beny Moré con una precisión y una vitalidad que conectan La Habana con el sur de España en un mismo compás.

El 18 de julio sube al escenario uno de los saxofonistas más respetados de su generación, Seamus Blake. Miembro de esa brillante constelación de músicos neoyorquinos que redefinieron el jazz a finales del siglo XX, Blake ofrece un discurso musical denso, reflexivo y profundamente contemporáneo.

 

Cierra el festival, el 25 de julio, el guitarrista Jonathan Kreisberg, acompañado por una banda de lujo. Kreisberg ha sido definido como “el puente entre la tradición jazzística y la innovación sonora”, y su cuarteto es sinónimo de virtuosismo, lirismo y energía en estado puro.

Una experiencia que empieza antes del primer acorde

Como novedad, este año el Portón del Jazz amplía su experiencia más allá del recinto. Desde las 21:00 horas, antes de cada concierto principal, la plaza Antonio Romero se llenará de música con actuaciones en vivo que invitan a los asistentes a llegar temprano, disfrutar del ambiente y sumergirse poco a poco en la noche jazzística.

Además, pensando en la comodidad del público, el festival pone a disposición 70 plazas de aparcamiento privado dentro del propio recinto. Estas plazas, disponibles solo mediante compra anticipada, pueden adquirirse junto con las entradas en la plataforma Mientrada.net.

Donde la cultura no es un lujo, sino una costumbre

Más allá del escenario, el Portón del Jazz destaca por la calidad de su producción: sonido impecable, luces que envuelven sin eclipsar, y una escenografía natural donde la arquitectura andaluza se funde con la noche. El público, diverso pero fiel, encuentra aquí algo cada vez más escaso: belleza sin artificios.

El festival también ofrece opciones gastronómicas, una exposición artística paralela y ese intangible que solo aparece cuando la cultura se cuida con cariño: la sensación de estar en el lugar exacto, en el momento exacto.

Con entradas numeradas ya a la venta —25 euros por concierto o 85 el bono completo— y aforo limitado, el Portón del Jazz no se promociona con grandilocuencias, sino con hechos: 28 años de historia, miles de asistentes, artistas de todo el mundo, y una fidelidad inquebrantable al espíritu del jazz.

Porque aquí, entre el perfume de la dama de noche y las progresiones armónicas que flotan en el aire, la música no se consume: se celebra.

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