Hoy me levanto y oyendo la radio , vuelvo a oir a hablar de las Kellys un tema que dió mucho que hablar el verano pasado. Incluso en este Festival de Cine de Málaga hubo un documental de estas trabajadoras invisibles, de estas personas que nadie ve cuando llega a un hotel pero que sin ellas, la marcha de ese hotel sería imposible.
Cuando llegamos a un hotel, da igual su categoría, nos fijamos en el/la recepcionista, al gerente,... y demás personas que trabajan en el hotel , también nos fijamos en su limpieza, está genial, la limpieza exquisita todo en orden, pero nunca pensamos que detrás de eso hay una cantidad de gente que trabaja con unas condiciones pésimas, a contrarreloj, y que les afecta incluso a su salud.
Por eso, ya que nadie las tomaba en serio, a eso de 2014 empezaron a organizarse y a unirse para que sus voces, las de ellas se oyesen y dejasen de ser invisibles, no solo a nivel de salario, el cual no llega casi nunca al salario mínimo, sino que hablamos de jornadas laborales que van más allá de lo legal, sin horas extra remuneradas y con un ritmo de trabajo y un nivel de exigencia física que acaban derivando frecuentemente en patologías osteomusculares.
Todo a cambio de un sueldo que no pasa del salario mínimo. Las ‘Kellys’, que es como se autodenominan las camareras de piso (abreviatura de ‘las que limpian’)
Las conocidas como 'las Kellys' (camareras de piso) han conseguido en los últimos meses visibilidad y el reconocimiento social de su lucha por las condiciones laborales a las que tienen que hacer frente.
No obstante, existe otro colectivo que comparte reivindicaciones con ellas y que también ha decidido organizarse para recuperar unos derechos que, según denuncian, les han sido "despojados" en los últimos años. Se trata de las trabajadoras de la asistencia a domicilio, cuya labor se centra en atender a las personas dependientes en sus casas.
Su principal problema es la carga de trabajo en tan poco tiempo, por ejemplo limpiar 30 habitaciones en una mañana de trabajo, donde no es solo cambiar la ropa de la cama, limpiar bañeras, azulejos, cristales de las ventanas y lo peor de todo "agacharse y levantarse tantas veces", la externalización es brutal y contra ello luchan a diario.
Están organizadas en redes, facebook y por ciudades y los médicos achacan sus lesiones laborales al deterioro por la edad y a su condición de mujer.
Otra de las quejas que plantean es la falta de material. Según acabo de oir a una de ellas le han negado unos zapatos nuevos después de tres años con unos que "ya estaban rotos y hacían aguas". "Llevo mis propias playeras", apostilla.
Pero la situación es todavía más alarmante, según explican, para las empleadas eventuales que "no les dan ni bata". "Van a los puestos de trabajo sin uniformar, se meten dentro de las bañeras a hacer los aseos con su ropa de la calle".
Con remuneraciones tan irrisorias como 2,5 euros por habitación limpiada y salarios que difícilmente sobrepasan los 700 euros netos al mes por jornadas de más de ocho horas, las camareras de habitaciones son víctimas de un sistema de externalizaciones a la baja del que ellas son el último eslabón.
El grado de explotación es proporcional al grado de invisibilidad. Solo así se explica que en la cadena de valor del negocio turístico, se pague tan poco dejar impecable una habitación por la que el cliente ha podido llegar a pagar hasta 300 euros.
La carga de trabajo, la externalización, material defectuoso o inexistente, explotación o sueldos que no se ajustan a lo que se les exije son algunas de las reivindicaciones y por lo que se han unido Las Kellys
Cansadas de que cada día empeoren sus condiciones de trabajo, un grupo de ellas decidió constituir la Asociación Las Kellys, acrónimo derivado de una expresión —”las que limpian”— con la que suelen ser ninguneadas tanto por los empleadores como por quienes se benefician de su trabajo. Las que limpian hacen entre 20 y 25 habitaciones diarias, arrastrando por los pasillos carritos de hasta 100 kilos de peso, sin recibir a veces ni los buenos días. Hacen su trabajo a contrarreloj sin que casi nadie se lo reconozca porque son transparentes.
Las invisibles han salido ahora a la luz. Comenzaron a agruparse en 2014 y a lo largo de 2015 dieron el salto: “Pasamos de desahogarnos por Internet a la autoorganización”, cuentan en su página web. Formaron grupos territoriales en los principales destinos turísticos de España y alzaron su voz: “Somos las que nunca hemos visto cuatro cifras en nuestra nómina, las que sobrevivimos con 400, 600 u 800 euros…las que hacen horas extras ‘voluntarias’ y muchas veces no pagadas para llegar a fin de mes o por miedo a quedarnos en la calle. Pero también somos las que creemos que valemos mucho más que esto”.
Reclaman una serie de mejoras que no son otra cosa que condiciones básicas de un empleo digno, desde el derecho a vacaciones remuneradas o a jubilarse anticipadamente a una remuneración justa. También piden que se reconozcan como enfermedad laboral las dolencias relacionadas con su trabajo.
Productora responsable del Documental Organizar lo Imposible
COOPTÉCNIQUES: Son un proyecto de autoempleo feminista. Trabajan en la producción de imagen, sonido y espectáculos, con formación (talleres, cursos) e investigación. El equipo lo forman cámaras, web-misstress, editoras, streamers, realizadoras, artistas del stop-motion, community managers, directoras de fotografía, sonidistas, coloristas, vjs, docentes, investigadoras.. Son una productora, un laboratorio de aprendizaje, un colectivo.
Creen en el trabajo cooperativo creado a partir de una red de afinidad. Cada una, con distinto conocimiento y experiencia, pretenden cambiar las reglas. Quieren trabajar a gusto y basarnos en la confianza mutua. No creen que a base de competición se llegue a la máxima satisfacción con el trabajo y entre ellas mismas. Quieren ser honestas con sus posibilidades; y aceptan el trabajo que realmente pueden hacer dando lo mejor de ellas, con pasión y ganas. Su principal creencia es que cada trabajo nuevo es también un aprendizaje. A sus espaldas, cada una de ellas, acarrea títulos, grados, experiencia y trabajo duro (pagado y gratuito) y sobretodo tienen ganas de construir nuevas maneras de trabajar para salir de la precariedad con proyectos que las apasionen y con gente con la que comparten puntos de vistas similares.