Málaga incluye desde hace unos días en su oferta picassiana la posibilidad de visitar «la capilla ardiente» del artista, gracias a una escultura hiperrealista del madrileño Eugenio Merino con la que invita a reflexionar sobre «la instrumentalización de la figura de Pablo Picasso con fines comerciales».
Después de haber ganado dos juicios en la demanda que le presentó la Fundación Francisco Franco por otra obra hiperrealista, en ese caso del dictador dentro de una nevera de Coca-Cola, Merino asegura que ni en aquella pieza ni en ésta, titulada «Aquí murió Picasso», hay «una falta de respeto».
La sede de la Alianza Francesa de Málaga acoge lo que el artista ha querido plantear como una atracción turística más con todos los elementos que los visitantes desean ver.
«Málaga ofrece un viaje biográfico por la vida de Picasso, y concluir con su muerte en el mismo centro de la ciudad, pero en un espacio francés, me parecía lo más chistoso», ha apuntado Merino.
Con ello espera que se reflexione sobre el proceso de «gentrificación», un término tomado del ingles que designa la «elitización residencial», a la que está llevando a algunas ciudades el turismo de masas.
Para conseguir esta sensación de atracción turística ha echado mano de elementos como la reproducción mecánica del objeto exhibido o que esté rodeado de un cordón de seguridad «para controlar cómo se ve la pieza y cómo se tiene que comportar el público cuando está dentro».
«El último paso de esta ciudad marca es la homogeneización. No habrá ninguna diferencia al final entre Málaga y Barcelona, y cómo va a acabar Málaga ya lo sabemos, sólo hay que mirar Barcelona y ya está, no estamos ante nada nuevo. Málaga debe ser consciente de que eso es así y de que no hay otra salida, no se puede ser ingenuo», ha advertido.
El propio artista, que reside en el barrio madrileño de Malasaña, vive en carne propia esta situación. «Tengo al lado un apartamento turístico y me despiertan gritando el martes de madrugada. Antes no dormía de jueves a domingo, ahora toda la semana», se lamenta.
También espera que su obra haga pensar sobre «cómo se transforma la política cultural de un lugar, donde se sabe que hay buenos museos, pero lo que acaban ofreciendo es algo que se puede contabilizar».
«Van 50.000 personas, pero ¿desde cuándo el arte se contabiliza? Una exposición implica un riesgo, y eso se ha eliminado. Se trae un producto muy bien pensado para que la gente lo entienda y diga que estuvo allí y lo vio», añade.
Otro signo de los tiempos actuales es el «selfie», algo que terminarán haciendo los visitantes de su Picasso yacente «como en cualquier otra atracción turística, porque hay que colgarlo en las redes sociales al ser el medio en el que más se va a ver».
Eugenio Merino ha querido respetar escrupulosamente la estatura de 1,64 metros que tenía Picasso, modeló su cabeza con todas las fotos del artista de las que disponía y ha acompañado el cuerpo de una placa en mármol de Carrara con la inscripción «Aquí reposa Pablo Picasso».
Fuente: efe